Relatos muertos debe
tener este título porque no hay quien sobreviva a semejante horror.
Siempre me gusta tener en
cuenta que no todo el mundo es García Márquez, ni Borges, pero que se han
esforzado por escribir una historia con ilusión y atención a su lector, pero
este libro es una auténtica estafa. Se nota a la legua que son ejercicios (mal
hechos) de un curso o taller de escritura creativa.
Ni uno solo de los
personajes es coherente consigo mismo (¡ojo! No digo coherente con la realidad,
sino con la construcción inicial que se hace de ellos. Obviamente porque no hay
construcción inicial ni final).
El autor lleva el pacto
de complicidad del lector hasta límites más allá de lo respetuoso, no sabe
manejar la elipsis ni la fragmentariedad.
Los personajes femeninos
están construidos sobre una base de misoginia que ni toda una vida de psicólogos
puede curar.
En fin, un desastre
absoluto que no sólo no ha pasado una revisión, sino que no ha escuchado ningún
tipo de consejo que le ayude a escribir medianamente bien, es decir, que al
menos no cambie el tiempo verbal en la misma frase.