Es cierto eso de que los mejores planes son los improvisados. A media tarde recibo un mensaje de una amiga:
«En mi muro he compartido unas invitaciones para el teatro. Corre, pide las tuyas ».
Yo, obediente, hice mi reserva sin fijarme para qué eran, todo lo que sea teatro siempre es bienvenido y anhelado en mi vida.
Y así, sin saberlo ni pensarlo, nos regalaron invitaciones para La llamada, si lo piensas resulta hasta romántico y coherente con la obra: recibimos la llamada.
Para mí fue un regreso a la infancia y a la época del colegio (o instituto) y sus campamentos. Los actores componían una genial homogeneidad de infancia y actualidad para mi generación, las canciones, universales y las voces en directo, preciosas.
Realmente, fue un paréntesis delicioso en una semana (más bien semanas y meses) tan estresantes.
Si alguien quiere o puede, os recomiendo verla, si puedo me encantaría repetir.
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