viernes, 23 de junio de 2017

Doce horas

Tropiezo de tanto intentar que salgas de mi mente,
deberías saber el efecto que consigues.
Todos deberíamos saber cómo afectamos los movimientos de los demás
aunque sean doce simples horas.
Doce horas para mí, para ti y tus sonrisas.
Para gritar que no puedo más, para salir de mí misma. 
Descanso, calor. Soledad.
Un sonido melodioso y vuelves con vicio y energía renovados.
De nuevo un cuello, tú barba,
Dios...
Esa barba, ese cuello prohibido.
Mis hombros se han vuelto tuyos. Creían que iban a recibir lágrimas
y tu risa los ha marcado más profundo de lo que ninguna crema pueda liberar en unos pocos días.
No hay agujetas, sólo sudor e imágenes que aparecen porque sí, sin motivo, sin nada que las llame.

Vienen, igual que esas 12 horas sin tregua ni oxígeno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario