lunes, 19 de febrero de 2018

Relatos muertos


Relatos muertos debe tener este título porque no hay quien sobreviva a semejante horror.
Siempre me gusta tener en cuenta que no todo el mundo es García Márquez, ni Borges, pero que se han esforzado por escribir una historia con ilusión y atención a su lector, pero este libro es una auténtica estafa. Se nota a la legua que son ejercicios (mal hechos) de un curso o taller de escritura creativa.

      Ni uno solo de los personajes es coherente consigo mismo (¡ojo! No digo coherente con la realidad, sino con la construcción inicial que se hace de ellos. Obviamente porque no hay construcción inicial ni final).

      El autor lleva el pacto de complicidad del lector hasta límites más allá de lo respetuoso, no sabe manejar la elipsis ni la fragmentariedad.

      Los personajes femeninos están construidos sobre una base de misoginia que ni toda una vida de psicólogos puede curar.

      En fin, un desastre absoluto que no sólo no ha pasado una revisión, sino que no ha escuchado ningún tipo de consejo que le ayude a escribir medianamente bien, es decir, que al menos no cambie el tiempo verbal en la misma frase.

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